Aun me avergüenzo de cuando me levante aquella mañana, con los ojos pegajosos y un millón de lágrimas todavía en mis mejillas secándose.
Aquella noche había soñado contigo, con nosotros, como no, también soñé cuando te vi con ella. Vuestros labios fundidos en un beso que no parecía tener fin, tus manos sobre sus caderas, las mismas manos que una vez me tocaron la cara cuando me dijiste te amo, ahora odio a esas manos. Aun deseo que me toquen. Las extraño, ¿para que mentir? Te extraño ¿a quien quiero ocultar?
Necesito verte, pero no se donde estas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario